Su instalación previene enfermedades y mejora la fuerza de trabajo entre otros factores.
El primero fue inventado en 1596 en Inglaterra. Sin embargo, pasaron 200 años antes de que el artefacto se convirtiera en un elemento fundamental para el saneamiento básico.
A veces despierta alguna sonrisa cuando se lo nombra o se habla de él, sin embargo, su importancia es tal que su instalación previene enfermedades, mejora la fuerza laboral en muchas poblaciones y lugares produciendo inexorablemente mejoras en las economías de esas comunidades y, aunque se lo de por hecho en muchos lugares el acceso a un inodoro todavía es una utopía.
El primer inodoro con agua corriente se inventó en Inglaterra en 1596 por Sir John Harrington. Pese a ello, debieron pasar casi dos siglos para que otro inglés, en este caso Alexander Cummings, retomara aquella idea e inventara el primer inodoro moderno. Este relojero de Londres patentó en 1775 un retrete cuyo funcionamiento se regía por el mismo principio que el de Harrington: una descarga de agua limpia arrastraba los desechos. Su gran innovación fue que el desagüe se hacia a través de un sifón, una tubería en forma de "S" que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores retornen hacia el sanitario. Eso permitió́ instalar el retrete en la propia vivienda sin problemas.
En ese sentido, es de destacar, que la ciudad de Buenos Aires fue una de las pioneras a nivel mundial en adoptarlo, y también en construir una red cloacal, inclusive antes que ciudades como Nueva York o Chicago por solo nombrar algunas.
“El 80% de todas las aguas residuales se liberan al medio ambiente sin tratamiento y que el 40% de la población - 2.600 millones de personas - carecen de saneamiento adecuado. Desde Amanco Wavin buscamos construir entornos saludables y sostenibles. Ese es nuestro objetivo, nuestro propósito y nuestra promesa como compañía”, destacó Sandra Pérez, Gerente de Producto Latam de Amanco Wavin.
“Sin una red de saneamiento adecuado las personas son propensas a contraer aquellas enfermedades que se transmiten por el agua. Lamentablemente esta problemática se agudiza en los sectores de menores recursos de la población”, finalizó Pérez.
Con motivo de la importancia que tiene el inodoro para la salubridad de la población, en el año 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó al día 19 de noviembre como el “Día Internacional del Inodoro” con la intención de acabar con los tabúes acerca de los retretes, convertir al saneamiento en una prioridad de desarrollo mundial y también para generar conciencia sobre la importancia del acceso al agua potable.
En Argentina, actualmente el sector de agua y saneamiento presenta brechas significativas en materia de cobertura, calidad y eficiencia de los servicios. En base a estimaciones del Ministerio de Obras Públicas, en el año 2019, el 88% de la población contaba con acceso a agua por red y el 63% a cloacas. Sin embargo, en el caso particular de los barrios populares, el acceso formal a servicios de agua y cloacas alcanza sólo al 11,6% y 2,5%, respectivamente.
Por otra parte, cerca de 2.6 millones de personas habitan en zonas rurales dispersas, con un alto déficit en el acceso a servicios básicos, donde un 11% recolecta agua superficial y un 18% utiliza hoyos o excavaciones en la tierra.
En relación con el tratamiento de las aguas residuales, el relevamiento nacional de plantas depuradoras realizado en la Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento (DNAPyS) durante el año 2019 indicó un nivel de tratamiento, sobre el total de aguas residuales recolectadas, es de 27,6%.
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